La esposa y el esposo – Pastor David Jang


1. La esencia de la relación conyugal

La enseñanza de Pablo acerca de la relación entre esposo y esposa que comienza en Efesios 5:22 ha sido motivo de no poca controversia hasta el día de hoy, al punto de que muchos teólogos la califican como un “pasaje difícil de interpretar”. Sin embargo, el pastor David Jang enfatiza que no debemos reducir estas palabras únicamente a la perspectiva de la ‘obediencia’ o la ‘sumisión’, sino contemplarlas desde el punto de vista del ‘amor’, del ‘respeto mutuo’ y de la relación complementaria que subyace en su fundamento. De hecho, a lo largo de la historia de la Iglesia, este pasaje ha sido mal utilizado en numerosas ocasiones como base para menospreciar la posición de la mujer y defender la autoridad absoluta del hombre. Pero lo que el pastor David Jang destaca es el propósito último que este texto pretende comunicar: que la familia sea una comunidad de amor en la que cada integrante viva para rescatar y edificar al otro.

La Biblia, en Efesios 5, a través de la relación entre esposo y esposa, y luego en Efesios 6, con las relaciones entre padres e hijos, y entre amos y siervos, nos enseña la esencia de todas las relaciones sociales y espirituales que existen entre los seres humanos. Tal como el pastor David Jang lo subraya constantemente, “la enseñanza de la Escritura no se limita a un nivel meramente ético, sino que parte de una dimensión espiritual”. En particular, el concepto de ‘sumisión’ que menciona Pablo solo puede entenderse adecuadamente bajo el precepto de “someteos unos a otros” (Ef 5:21). En este contexto, la frase de Efesios 5:22: “Casadas, estad sujetas a vuestros propios maridos como al Señor” no exige en absoluto una obediencia unilateral por parte de la esposa. Más bien, dentro del mandato de Efesios 5:21, “sometiéndoos unos a otros en el temor de Dios”, se revela el principio de la mutualidad, por el cual tanto el esposo como la esposa deben expresarse respeto y reverencia mutuos.

Al exponer este pasaje, el pastor David Jang insiste en que debemos interpretarlo relacionando la plenitud del Espíritu Santo y la sumisión mutua. En Efesios 5:18, se exhorta a “sed llenos del Espíritu”, y enseguida, en el versículo 21, se nos dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Esta conexión explica que uno de los frutos concretos de estar llenos del Espíritu se manifiesta en la esfera relacional a través del ‘respeto y la sumisión mutua’. Dicho de otro modo, quien está lleno del Espíritu Santo deja de lado sus deseos egocéntricos para servir a su prójimo y honrarlo.

El pasaje que comienza en Efesios 5:22 acerca de la relación entre esposa y esposo presenta, de hecho, la base de todas las relaciones humanas, lo cual se pone de manifiesto en el orden de la creación que une al hombre y a la mujer en ‘una sola carne’ (Gn 2:24). El hecho de que Pablo cite textualmente Génesis 2:24 en Efesios 5:31 (“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”) refleja que la relación conyugal no se reduce a un simple contrato social o a un vínculo meramente emocional, sino que es un ‘reflejo de la providencia creadora’. Así, la familia es el punto de partida de todas las relaciones humanas y puede verse como un microcosmos que simboliza a la comunidad eclesial, según la interpretación del pastor David Jang.

Entonces, ¿por qué Pablo se dirige primero a la esposa diciéndole: “Casadas, estad sujetas a vuestros propios maridos como al Señor”? Muchos, al leer este versículo, han cuestionado si Pablo está imponiendo la obediencia solamente a la mujer y legitimando la autoridad del hombre para dominar. Sin embargo, el pastor David Jang explica que “el hecho de que Pablo diga ‘Casadas…’ en primer lugar puede entenderse como que el inicio del amor en el hogar suele estar en la esposa”. Señala que, aunque tradicionalmente se concibe al hombre como la cabeza de la familia, en la vida cotidiana son frecuentes las ocasiones en que el cuidado sensible y la atención diaria surgen más a menudo de la mujer. Según él, Pablo refleja esta realidad al dirigirse primero a las esposas, pero no implica en modo alguno que se reduzca la responsabilidad del esposo.

El versículo siguiente (Ef 5:25): “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”, subraya con mayor énfasis la responsabilidad del esposo. El mandato de amar a la esposa como Cristo amó a la iglesia hasta dar su propia vida es sumamente radical. En aquella época, en muchas religiones o culturas, la frase “Esposas, estad sujetas a vuestros maridos” era habitual (simple reflejo del sistema patriarcal), pero no había religión o filosofía que exigiera al esposo ‘sacrificar incluso su vida por su esposa, de la misma manera que Cristo lo hizo por la iglesia’. En este sentido, la enseñanza cristiana resultaba revolucionaria. El pastor David Jang destaca que este pasaje marca “un punto de inflexión crucial que eleva la relación con la mujer a un plano de igualdad y reciprocidad en una época predominantemente centrada en el varón”.

Por otra parte, el pastor David Jang explica la situación de la mujer en el judaísmo, el islam y las culturas greco-romanas de aquel tiempo. Por lo general, se consideraba a la mujer como si fuera una propiedad o se la limitaba a un rol pasivo dentro de la religión, destinándola solo a la escucha, mientras se definía que su fuente de aprendizaje era el esposo. Sin embargo, a medida que se fue conformando la comunidad cristiana, las mujeres comenzaron a participar de forma más activa en la vida espiritual de la iglesia, llegando incluso en algunos casos a tomar iniciativas excesivas (en 1 Corintios 14, Pablo pide a las mujeres que se callen, probablemente para controlar ciertos excesos). Esto demuestra en cierto modo que el cristianismo ofreció a las mujeres de aquella época un espacio de libertad, a lo que el pastor David Jang añade: “El cristianismo fue una fe verdaderamente innovadora que introdujo el concepto de igualdad y libertad en una sociedad dominada por el machismo”.

El problema de las relaciones —ya sea el conflicto conyugal, la falta de armonía entre padres e hijos o los choques entre personas de diferente estatus social— constituye siempre un aspecto central del sufrimiento humano. El pastor David Jang sostiene que en toda la epístola a los Efesios, y en especial en la segunda mitad del capítulo 5, se halla la clave para la solución de tales conflictos. A saber, toda relación humana ha de basarse en el principio de la ‘sumisión mutua’, y esta solo es posible en la medida en que uno está lleno del Espíritu Santo. Nuestras propias decisiones humanas resultan insuficientes para despojarnos del egoísmo, pero cuando el Espíritu de Dios nos llena, por fin podemos negarnos a nosotros mismos, honrar al prójimo y, en última instancia, alcanzar la plenitud del amor.

El pastor David Jang va más allá y señala que en Génesis 1 se repite la frase “Y fue la tarde y la mañana…” para aludir a la ‘plenitud’ y la ‘culminación de la creación’; también destaca que el carácter chino “多” (que significa “mucho”) está compuesto por dos “夕” (que significan “tarde” o “atardecer”), lo que muestra que esta verdad bíblica también se ve reflejada en la tradición oriental. “A medida que pasan las tardes, la creación de Dios continúa, y al final llega a una plenitud”, y esta idea se ilustra en el carácter chino que designa “abundancia” o “mucho”.

Esta idea guarda relación con el matrimonio. Cuando dos personas diferentes forman una familia, al principio experimentan alegría y entusiasmo, pero con el paso del tiempo surgen los conflictos. No obstante, al igual que el ciclo creativo de “Y fue la tarde y la mañana…”, los esposos también deben madurar y llenarse cada vez más, para poder convertirse en una auténtica ‘sola carne’ en su unión creativa. Por ello, el pastor David Jang afirma: “Todas las parejas atraviesan desacuerdos, pero ese no es necesariamente un signo de destrucción. Más bien, puede ser un proceso inevitable y necesario para llegar a una comprensión más profunda y a un amor más genuino”. En definitiva, si en medio de dicho conflicto uno se humilla primero y manifiesta respeto y reverencia hacia el otro, la confrontación no desemboca en explosión, sino que se transforma en una oportunidad de madurez y transformación.

Dos conceptos clave en este punto son “천생연분 (destinados por el cielo)” y “운명 (destino)”. El pastor David Jang suele citar Proverbios 16:1 y 16:9. “Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua” (Pr 16:1) y “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” (Pr 16:9). Estas citas reflejan la creencia de que, si bien el ser humano ama y escoge casarse según su propia voluntad, tras esa decisión subyace la soberanía y el plan de Dios. Esto se relaciona con los principios de la ‘predestinación’ y la ‘providencia’. Cuando en chino se habla de “천생연분” para describir el vínculo entre un hombre y una mujer que se unen en matrimonio, el término alude a una ‘relación dispuesta por el cielo’. El pastor David Jang señala que, según el libro de Proverbios, esta idea coincide con la noción de que, si bien hacemos planes con nuestro libre albedrío, Dios está obrando por detrás de todo este proceso. Cuando los esposos creen firmemente en esto, se mantienen firmes y no se tambalean. Pero cuando dicha fe falta, es fácil relativizar el matrimonio y pensar: “¿Me habré equivocado? ¿Podría haber elegido otra opción…?”, y ese pensamiento puede desencadenar conflictos autodestructivos.

En otras palabras, la concepción del pastor David Jang acerca de la esencia de la relación conyugal concierne a un ámbito misterioso en el que se entrecruzan “el encuentro destinado por Dios” y “la decisión libre”. Aunque el ser humano actúe con decisión propia, al final es Dios quien lo guía; y este Dios, que lo dispuso todo de antemano, anhela que caminemos con gozo en medio de su providencia. Esta fe sostiene con firmeza la vida matrimonial. Cuando surjan los conflictos, si los esposos creen de corazón que su unión no es casual sino fruto de la voluntad divina (천생연분), obtendrán fuerzas para resolverlos.

Por consiguiente, el pastor David Jang recalca una y otra vez que las dos órdenes de Efesios 5:22 en adelante —“Casadas, estad sujetas a vuestros propios maridos como al Señor” y “Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia”— forman un ‘binomio inseparable’. Si se enfatiza solo uno de los dos aspectos, se rompe el equilibrio de la familia, con el consiguiente riesgo de incurrir en un resultado violento. La sumisión y el sacrificio deben ser siempre mutuos, y el motor que los impulsa procede de la plenitud del Espíritu Santo. Cuando comprendemos que la esencia de este amor radica en la ‘sumisión mutua’, nos damos cuenta de que el matrimonio no es solo una comunidad de vida cotidiana, sino también un lugar sagrado de adoración y una ‘alianza santa’ que refleja la unidad entre Cristo y la iglesia.

En especial, los versículos 31 y 32 —“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”— reciben una explicación particular por parte del pastor David Jang, quien subraya que la unión conyugal que se describe aquí trasciende el plano meramente físico. Es una ‘unión misteriosa’ semejante a la que existe entre Cristo y la iglesia, en la cual ambos cónyuges se integran a un nivel profundo del alma. Además, esta ‘unidad’ no implica que el esposo posea a la esposa o viceversa, ni se ejerza ninguna forma de opresión mutua. Solo a través de la reciprocidad que refleja el servicio y el sacrificio de Cristo, la pareja puede experimentar verdaderamente este misterio.

En síntesis, la perspectiva del pastor David Jang sobre Efesios 5:22 en adelante es sumamente equilibrada. Identifica y rechaza la mala interpretación de que el esposo, como ‘cabeza’, deba gobernar a la esposa de manera retrógrada; pero, al mismo tiempo, ilumina el aspecto en el que el amor comienza con la entrega de la esposa. Por encima de todo, Pablo proclama el principio de la ‘entrega y el servicio mutuos’, y enseña que el vínculo entre Cristo y la iglesia, pleno de amor y misterio, ha de reproducirse en el matrimonio. Y dicho amor solo puede llevarse a la práctica mediante la plenitud del Espíritu Santo.


2. La crisis en el hogar

En la vida matrimonial, las parejas que atraviesan conflictos suelen culparse mutuamente: “¿Acaso no sabías cómo era mi carácter?”, “Antes yo no tenía este temperamento”. Intercambian decepciones y reproches, y así van perdiendo la confianza recíproca. El pastor David Jang enfatiza que este es el momento de recordar ‘la fe en la providencia y la predestinación de Dios’. Aunque elijamos casarnos con nuestro libre albedrío, detrás de ello se halla el camino que Dios había preparado de antemano, y creer esto es lo que sostiene los cimientos de la vida matrimonial.

Considerar la relación conyugal como un mero ‘accidente’ o verla como un ‘destino’ hace una enorme diferencia. Proverbios 16 enfatiza que “el hombre propone, pero Dios dispone”, reconociendo que no importa cuánto planifiquemos, el resultado último de nuestra vida está bajo la soberanía de Dios. El pastor David Jang afirma que aunque al principio pensemos que el amor y la pasión nos llevaron a ‘conducir activamente nuestra decisión de casarnos’, cuando miramos con ojos de fe, vemos que todo el proceso ya estaba previsto como una ‘unión dispuesta por el cielo’. Al percatarnos de que nuestro encuentro estaba en los planes de Dios, asumimos una postura diferente ante las tempestades que se presentan en la vida de pareja.

En efecto, cobra fuerza la convicción de que “Dios no permitirá que se arruine tan fácilmente esta relación que Él mismo concedió”, y en esa fe buscamos la sabiduría para superar los conflictos. Más bien, el hecho de tener diferencias nos lleva a preguntarnos: “¿Con qué propósito Dios nos hizo tan distintos?”, y a partir de esa reflexión, el conflicto se convierte en una ocasión de aprendizaje y crecimiento. Ello nos obliga a respetar las diferencias del otro, a examinarnos a nosotros mismos y a buscar la ‘guía del Espíritu Santo’.

El pastor David Jang cita también la expresión de la tradición oriental: “부자(父子)는 유친(有親)해야 하고, 부부(夫婦)는 유별(有別)해야 한다”. Esta frase deriva de los Cinco Principios (오륜) del confucianismo y subraya dos relaciones, la de padre-hijo y la de esposo-esposa. Se interpreta que “entre padre e hijo, debe haber intimidad (porque hay distancia generacional y posicional), y entre esposo y esposa, debe haber cierta diferenciación (porque viven excesivamente cerca y corren el riesgo de perder la individualidad)”. En otras palabras, la relación entre padres e hijos requiere cultivar intencionalmente la cercanía, mientras que los esposos, al estar demasiado acostumbrados a la convivencia diaria, a veces necesitan un espacio para preservar su individualidad y su libertad personal.

Al respecto, el pastor David Jang señala que “por supuesto, también es necesario cierto distanciamiento entre padres e hijos, y fomentar la intimidad en la pareja”, destacando que no debemos quedarnos en la mera literalidad del texto, sino captar la ‘tensión amorosa y de respeto mutuo’ que subyace en él. En definitiva, lo importante es la regla general de que ‘toda relación es saludable cuando existe un equilibrio mutuo’. Del mismo modo, la relación matrimonial que describe Pablo en Efesios no consiste en que la mujer o el hombre se sometan o sacrifiquen de forma unilateral, sino que se “sometan unos a otros” para sostenerse mutuamente.

En última instancia, todas las disputas y conflictos que estallan en el hogar provienen de la ‘falta de amor’, y la principal razón de esta carencia es que “uno espera que el otro cambie primero, en lugar de ser uno quien se disponga a transformarse”, según el análisis del pastor David Jang. Antes de reclamar que la otra persona cambie o se sacrifique, si uno se humilla y sirve primero, la gracia de Dios sostendrá esa relación. Esto se basa en la ‘convicción de fe’ de que “si yo doy el primer paso en el amor y muestro primero mi respeto, en el momento oportuno veré el fruto que Dios dará”.

Si un cónyuge persiste en “yo tengo la razón” y el otro se aferra a “no voy a ceder de ninguna manera”, incluso un conflicto menor será difícil de resolver. Sin embargo, en el momento en que alguien asume la actitud de “trataré de comprender primero las necesidades y la situación del otro”, la relación comienza a suavizarse de a poco. Es cierto que dejar el orgullo y dar el primer paso no es fácil; precisamente por eso la Biblia asocia esta actitud con ‘la llenura del Espíritu Santo’. Con meros esfuerzos humanos, es prácticamente imposible, pero cuando el Espíritu Santo obra en nuestro interior, somos capaces de negar nuestro yo y construir una relación de respeto mutuo.

El pastor David Jang menciona a menudo que el hogar es ‘una pequeña iglesia’. Si la iglesia es el cuerpo de Cristo, el hogar, compuesto por esposos e hijos, también debe ser una ‘comunidad de amor’ cuyos miembros se aman, se sirven y funcionan como miembros de un mismo cuerpo. El fundamento de ese amor proviene de Cristo, quien dio su vida por la iglesia. Pablo insta al esposo a practicar ese mismo amor sacrificial hacia su esposa. El esposo ha de amar a su esposa como a su propio cuerpo, y la esposa ha de respetar al marido. Si falta cualquiera de estos dos elementos, el hogar queda desequilibrado.

Efesios 5:26-27 menciona que Cristo “santifica y limpia [a la iglesia] en el lavamiento del agua por la palabra… a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa… que fuese santa y sin mancha”. Esta imagen no se limita a la ceremonia nupcial, sino que se extiende a toda la vida matrimonial, donde ambos cónyuges deben edificarse espiritualmente. Así como la iglesia se purifica mediante la Palabra, también los esposos han de examinarse, arrepentirse y madurar juntos a la luz de la Escritura. El esposo, como ‘cabeza’, no solo dirige, sino que emula a Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos, y ha de estar dispuesto a entregar incluso su propia vida por su esposa. La esposa, a su vez, acoge al esposo con la misma actitud de ‘obediencia al Señor’.

En definitiva, todo este ‘misterio’ (Ef 5:32) refleja la relación entre Cristo y la iglesia, el mensaje más profundo que Pablo quiere transmitir en Efesios 5. Es decir, el matrimonio no se limita a un simple proyecto humano, sino que sirve para que los esposos se ayuden mutuamente a crecer espiritualmente. Esto incluye señalar los defectos del otro, fomentar el arrepentimiento, sanar las heridas y, simultáneamente, motivar a cada uno a desarrollar sus dones. Ambos comparten la responsabilidad de edificarse y presentarse “santos y sin mancha”.

El pastor David Jang concluye que “el matrimonio no es solo una institución humana ni una costumbre social, sino un acontecimiento espiritual”. Dicho acontecimiento implica que dos personas con libre albedrío se unan, pero detrás de esa unión está la voluntad y la providencia de Dios. Para mantener vivo este misterio, es preciso clamar constantemente por la ‘llenura del Espíritu’. Si descuidamos la obra del Espíritu en el matrimonio y lo reducimos a un mero intercambio emocional o de intereses, corremos el riesgo de echar a perder ese precioso vínculo que el cielo ha otorgado.

De este modo, el mandamiento “someteos unos a otros” (Ef 5:21) se aplica, en primer lugar, a la relación conyugal. Y luego se extiende a las relaciones entre padres e hijos, amos y siervos, así como a todas las demás relaciones tanto verticales como horizontales. El pastor David Jang advierte que mucha gente, en la actualidad, opta por “tomar distancia de quienes no concuerden conmigo”, lo cual implica cortar la relación sin más. Pero esta forma de actuar contradice la enseñanza bíblica de ‘someterse mutuamente’. Como pueblo de Dios, cuando surgen conflictos, hemos de clamar por la guía del Espíritu Santo y esforzarnos para que la relación madure. Y, desde luego, esto también se aplica al matrimonio.

En conclusión, el pastor David Jang exhorta a todos los matrimonios a “no olvidar que han sido unidos bajo el plan de Dios, y que esa unión es absoluta”. Advierte que “cuando esa visión de lo absoluto se debilita y relativizamos la relación a nuestro antojo, llega la ruina y la destrucción. Pero si nos aferramos a esa certeza divina y, aun en medio del conflicto, buscamos el poder del Espíritu y nos honramos mutuamente, el matrimonio se convierte en un canal de gozo y bendición”.


3. La armonía entre la fe y la familia (Faith & Family)

La enseñanza que parte de Efesios 5:22 sigue siendo plenamente vigente hoy día. En una sociedad globalizada en la que el individualismo se expande y el desmoronamiento de la familia se acelera, no faltan quienes consideran el matrimonio como un mero “yugo anticuado”. El pastor David Jang subraya, no obstante, que “la fe y la familia son ámbitos inseparables”. La razón es que el cristianismo se encarna primordialmente dentro del hogar. La comunidad eclesial, al fin y al cabo, se compone de múltiples familias; si ellas se derrumban, la iglesia pierde su esencia.

Con esta convicción, el pastor David Jang comparte que siempre que oficia una boda, lee Proverbios 16:1 y 16:9: “Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua” (16:1) y “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” (16:9). Estos versículos simbolizan la idea de que el matrimonio, aunque sea “una alianza que la pareja elige libremente y sella mutuamente”, está al mismo tiempo “bajo la soberanía de Dios, quien todo lo prepara y dirige”.

Durante la ceremonia matrimonial, los cónyuges declaran “yo libremente te elijo como mi compañero de vida”. Nadie los ha forzado; es un acto completamente voluntario. Sin embargo, si nos preguntamos “¿por qué ha llegado a ser esta persona mi cónyuge?”, advertimos un misterio que excede nuestras facultades humanas. El pastor David Jang señala que en este sentido, el matrimonio encarna la intersección entre nuestro libre albedrío y la providencia divina. Precisamente por ello, cuando la pareja se enfrenta a conflictos o desilusiones, la fe en la soberanía de Dios (“Dios nos unió”) brinda la fortaleza para no rendirse y volver a intentarlo.

Este es un ejemplo concreto de cómo las doctrinas de la ‘predestinación’ y la ‘providencia’ encuentran aplicación en la vida familiar. El término “Providencia” procede de “Pro-vidence”: “ver de antemano” y “proveer con antelación”. El pastor David Jang remarca que este concepto teológico no es mera teoría, sino un fundamento que brinda gran consuelo y apoyo en la existencia cotidiana. A menudo, en la vida conyugal, nos asalta la pregunta: “¿Y si hubiera elegido a otra persona? ¿Sería más feliz?”. Pero esta duda ignora la ‘predestinación de Dios’ y debilita el valor de ese ‘vínculo destinado por el cielo’. El pastor David Jang advierte que, “en la vida de pareja, lo más esencial es la conciencia de que somos una ‘familia de fe’, un ‘hogar de creyentes’”. Sobre esta base, la familia se vincula a la comunidad eclesial, y ambas se edifican mutuamente; solo así el individuo y la sociedad pueden gozar de salud y estabilidad.

Además, es habitual que la frase “el esposo es la cabeza de la esposa” (Ef 5:23) se interprete mal para legitimar la autoridad absolutista del hombre sobre la familia, dando pie al abuso. El pastor David Jang aclara que la noción de ‘cabeza’ que emplea Pablo remite más al rol de “líder que sirve” que al de “gobernante soberano”. Es decir, la cabeza coordina y protege al resto del cuerpo, y si hace falta, asume los riesgos en primera línea. No obstante, en cualquier cultura se han dado casos donde la ‘autoridad del esposo’ se ha tergiversado para ejercer violencia doméstica o maltrato psicológico. Esto contradice abiertamente el mandato de Efesios 5:25: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”.

El pastor David Jang expone en seminarios y predicaciones que “si la iglesia negara el amor sacrificial de Cristo y más bien lo pisoteara, lo despreciara y lo explotara, ya no se le podría llamar ‘iglesia’. De la misma forma, si el marido oprime y explota a su esposa, tampoco se lo puede reconocer como la ‘cabeza’, sino más bien como un tirano”. La cabeza existe para el bien del cuerpo, no para explotarlo ni someterlo. Por tanto, el auténtico matrimonio cristiano se caracteriza por un esposo que protege y sirve con humildad, y una esposa que respeta y apoya ese liderazgo con una disposición de sumisión hacia el Señor.

Al final, las palabras de Efesios 5:22 y siguientes no tienen la finalidad de oprimir ni de reprimir, sino de ofrecer un principio de amor que nos conceda la verdadera libertad. Porque el amor genuino no consiste en subyugar ni dominar al otro, sino en la ‘unión creativa’ en la que ambos reconocen su mutua necesidad, experimentando así la plenitud de la relación. En Génesis 1 y 2, al narrar la creación, se describe cómo Dios crea al ser humano y dice que “no es bueno que el hombre esté solo”; por ello forma al hombre y a la mujer, y ambos se convierten en ‘una sola carne’. Ello indica que el matrimonio no es una simple institución establecida por los hombres, sino un componente sagrado del orden creador.

Por eso, en la sociedad contemporánea, donde el valor del matrimonio se ve cuestionado, el individualismo prolifera y algunas voces lo consideran un lastre, la iglesia debe proclamar con más fuerza la visión bíblica del matrimonio. El pastor David Jang enseña que el matrimonio no es meramente la formación de una familia por el amor de dos personas, sino un “lugar de confesión de que ese amor proviene de Dios”. Y esta confesión se hace más evidente en los momentos de crisis del matrimonio: ante dificultades emocionales irreparables, problemas económicos o la crianza de los hijos, la convicción de que “Dios está con nosotros y nos guía” resulta una esperanza trascendental.

Además, el pastor David Jang recomienda que, en la medida en que los hogares se vean más inestables, la iglesia debe habilitar espacios para compartir y brindar asesoría y educación sobre la vida conyugal a la luz de la Biblia. En el pasado, la cultura impedía revelar los problemas familiares al exterior, pero en la iglesia contemporánea, de acuerdo a la exhortación a “llevar los unos las cargas de los otros” (Gá 6:2), el matrimonio necesita del apoyo de toda la comunidad de fe. Cuando la iglesia se convierte en un espacio donde se comparten las luchas y se ora con la pareja, el matrimonio, lejos de sentirse solo, encuentra nuevas fuerzas para recuperarse.

Así, la fe y la familia (Faith & Family) constituyen dos pilares que marchan siempre entrelazados. Cuando Dios queda fuera del hogar, el egoísmo y las limitaciones humanas generan conflictos graves. Y cuando un matrimonio se derrumba, la comunidad eclesial también tambalea. De ahí que Pablo, tras mencionar “sed llenos del Espíritu” y “someteos unos a otros en el temor de Dios” (Ef 5:18, 21), aplique estas verdades de inmediato a las relaciones entre esposos, padres e hijos, amos y siervos. No se trata de un discurso doctrinal o teórico, sino de pautas prácticas para vivir la fe en la vida cotidiana.

En resumen, el pastor David Jang insiste en estos puntos al explicar Efesios 5:22 y siguientes. Primero, todas las relaciones humanas solo pueden llegar a su plenitud dentro de la reciprocidad que busca la edificación mutua. Segundo, dicha reciprocidad se vuelve posible únicamente a través de la plenitud del Espíritu Santo y el temor de Dios. Tercero, la relación conyugal simboliza una ‘unión misteriosa’ que representa el vínculo entre Cristo y la iglesia, por lo que trasciende el mero acuerdo entre dos personas y se fundamenta en la soberanía y la providencia divinas. Cuarto, cuando los esposos enfrentan conflictos pero no pierden de vista la ‘absoluta certeza’ de que son 천생연분 (destinados por el cielo), el hogar se torna cada vez más maduro y lleno de bendiciones.

Estos postulados distan de reforzar un patriarcado obsoleto. El concepto cristiano de matrimonio introdujo de manera revolucionaria la idea de que el esposo y la esposa, con su misma dignidad humana, deben amarse y protegerse mutuamente. Aunque los escenarios sociales y culturales continúen evolucionando, los problemas inherentes a la naturaleza humana —como el egoísmo, el aislamiento, el conflicto y la codicia— permanecen. Por eso, el mensaje de Efesios 5:22 y siguientes sigue vivo, y las enseñanzas del pastor David Jang conservan su vigencia para los oyentes de hoy.

Para terminar, el pastor David Jang les recuerda a los fieles lo siguiente:
“En el transcurso de la vida en pareja, inevitablemente llegará el momento en que se den cuenta de que el amor no basta. En ese momento, aférrense a la verdad de que detrás de su encuentro está la mano de Dios. Y decidan: ‘Seré yo quien respete primero; seré yo quien ame primero’. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre esa resolución, nuestro hogar adquirirá la forma del cielo. Vivamos como esposos que nos lavamos los pies el uno al otro y nos hacemos partícipes de la alegría celestial durante toda la vida”.

Aquello que tanto anhelaba comunicar Pablo es que la relación entre Cristo y la iglesia, lejos de ser una categoría teológica y abstracta, se encarna realmente en nuestros hogares. Y las reflexiones del pastor David Jang apuntan a este núcleo esencial. El amor se perfecciona cuando nos situamos frente a frente, dispuestos a humillarnos y a servir primero. Ese es el mensaje de Efesios 5:22 y siguientes según la enseñanza de David Jang, y representa una llamada importante para la iglesia de nuestros días.

Leave a Comment