Una Iglesia que Brilla en Medio de la Tribulación – Pastor David Jang


1. Antecedentes históricos y geográficos de la iglesia de Tesalónica

Antes de adentrarnos en el estudio de la primera carta a los Tesalonicenses, resulta necesario revisar la historia de la iglesia de Tesalónica, así como el contexto geográfico que dio lugar a varios desafíos y persecuciones. En este proceso, podremos contemplar el recorrido práctico de la proclamación del evangelio que tanto enfatiza el pastor David Jang; es decir, cómo el apóstol Pablo y sus colaboradores establecieron iglesias en cada ciudad y, aun en medio de la persecución, mantuvieron comunidades de fe. Esto nos permite sentir de forma vívida que el “poder del evangelio florece incluso en medio de la tribulación” y que sigue siendo plenamente vigente hoy.

Tesalónica era una de las ciudades más importantes del Imperio romano en la Antigüedad; se encontraba en la provincia de Macedonia y ejercía funciones de capital de la región. En la época en que el apóstol Pablo predicaba el evangelio, esta ciudad gozaba de prosperidad económica y cultural, y se estima que habitaban allí alrededor de 200.000 personas. Vivían helenos, judíos y distintas etnias; era un entorno religioso y cultural muy plural, profundamente influido por la cultura helenística y, al mismo tiempo, con sinagogas judías muy activas. Además, Tesalónica era un importante nudo de comunicaciones, pues por allí pasaba una de las vías principales del imperio —aquellas carreteras que Roma construía para conectar “todo el mundo” (centrado en la cuenca del Mediterráneo en aquella época)—, lo cual estimulaba el comercio y el intercambio comercial. En consecuencia, la ciudad recibía constantemente visitantes y presentaba un trasfondo cultural complejo, repleto de diversas religiones e ideologías.

El pastor David Jang concede gran importancia a este trasfondo histórico y urbano. Su razón es que el evangelio no se transmite solo en palabras, sino que echa raíces y se expande en contextos concretos, allí donde habita la gente y donde se desarrolla la vida cotidiana. Con frecuencia él ha subrayado: “El evangelio es una Palabra con poder de movimiento que cobra vida a través de la existencia real, y por ello es vital considerar cómo esa Palabra florece en las ciudades concretas”. Esto nos recuerda que la primera carta a los Tesalonicenses no es simplemente una epístola doctrinal, sino “una carta dirigida a una comunidad real, surgida en el corazón de una ciudad y bajo persecución”, escrita por el apóstol Pablo y sus colaboradores.

Antes de la fundación de la iglesia de Tesalónica, Pablo, Silas y Timoteo habían predicado el evangelio en Filipos, donde sufrieron intensa persecución. Según Hechos 16, en Filipos fueron encarcelados, azotados y enfrentaron toda clase de aflicciones; aun así, lograron testificar de Cristo y plantar allí una iglesia. El pastor David Jang comenta al respecto: “Allí donde llega el evangelio, siempre surgen pruebas, pero cuanto más profundas son las pruebas, tanto más poderosa es la obra del Espíritu Santo”. Después de Filipos, recorrieron Anfípolis y Apolonia hasta llegar a Tesalónica. Una vez allí, durante tres semanas (tres sábados), predicaron con intensidad en la sinagoga judía, explicando la Ley y los profetas para presentar el evangelio. Hechos 17 señala que “razonaron con ellos a partir de las Escrituras”, las cuales entonces consistían en los rollos de la Torá y de los profetas. Como rabino, Pablo las conectaba para proclamar que Jesús es el Mesías, que murió en la cruz y resucitó de entre los muertos.

Aun con tan solo tres semanas de enseñanza, las enseñanzas de Pablo calaron en los que asistían a la sinagoga: helenos y “no pocas mujeres distinguidas” (Hechos 17:4), pertenecientes a estratos influyentes de la sociedad. El problema surgió con los judíos que, sintiéndose amenazados por ese mensaje del evangelio, reaccionaron con agresividad. En aquel Imperio romano que deificaba al emperador, el monoteísmo de judaísmo y cristianismo podía ser fácilmente visto como un desafío político. A su vez, para ciertos judíos conservadores, aceptar a Jesús como el Mesías equivalía a romper con la tradición y la Ley judía, de modo que intensificaron sus ataques. Esto llevó a que Pablo y Silas fueran perseguidos violentamente, obligándolos a huir de Tesalónica hacia Berea. No obstante, no abandonaron a la joven iglesia perseguida. Volvieron a enviar a Timoteo y a otros colaboradores para cuidarla; y cuando Pablo llegó a Corinto (durante su segundo viaje misionero), escribió la carta a los tesalonicenses con el corazón de un pastor preocupado por sus ovejas.

El pastor David Jang destaca que esa “preocupación apostólica por la iglesia” es una mentalidad esencial que las comunidades de hoy deben imitar. Cuando las iglesias, establecidas en diferentes ciudades, se tambaleaban a causa de desafíos externos e internos, los apóstoles no las abandonaban sin más; antes bien, oraban incesantemente, les enviaban cartas y volvían a mandar colaboradores para fortalecer su fe. El ejemplo de Pablo y sus compañeros coincide con lo que el pastor David Jang denomina “pastorear como si fuese la propia vida”: el evangelio continúa su expansión de ciudad en ciudad, pero la comunidad de fe que brota al sembrar la semilla nunca se desatiende; se cuida con el corazón de Cristo. De hecho, la primera carta a los Tesalonicenses se redactó bajo esta perspectiva, atestiguando cómo la fe, el amor y la esperanza crecieron y dieron fruto en medio de tribulaciones y persecución en la iglesia primitiva.

Las formas de persecución eran diversas. En primer lugar, los judíos se oponían con recelo a quienes acogían el evangelio de Jesucristo; además, las autoridades políticas los acusaban de “servir a otro rey diferente al emperador de Roma” y a veces recurrían a la violencia para expulsarlos. El pastor David Jang interpreta esta situación afirmando: “La crisis de la iglesia siempre ocurre cuando entra en choque con los valores del mundo, y es en ese momento cuando se manifiestan la auténtica fe y el poder del evangelio”. El sufrimiento que afrontaba la iglesia de Tesalónica no se limitaba a meros conflictos religiosos; era un peligro real para la supervivencia. Podían perder sus bienes y sus hogares, ser encarcelados e incluso poner en riesgo sus vidas. Por ello, la única esperanza que sostenía a los creyentes era la convicción de que ‘el Señor volverá’. Creían que, con la segunda venida de Cristo, serían finalmente librados de esa tribulación y su confianza en la salvación futura los mantenía firmes.

Mientras Pablo residía en Corinto, tras escuchar noticias sobre la situación en Tesalónica, experimentó preocupación y también un gran gozo. Le inquietaba la posibilidad de que los creyentes, sin liderazgo directo, abandonaran la fe y regresaran al mundo. Pero se regocijaba al saber que la pequeña comunidad permanecía viva, e incluso se decía que “era un ejemplo para toda Macedonia y Acaya” en cuanto a su fidelidad al evangelio. El pastor David Jang describe esta carta como una “epístola escrita con lágrimas de gratitud y gozo”, pues en ella se refleja de manera muy personal la pasión de Pablo, Silas y Timoteo.

El capítulo 1 de la primera carta a los Tesalonicenses comienza con una mención explícita de esos tres nombres: “Pablo, Silvano y Timoteo…”. Este encabezado, que sugiere un estilo de coautoría o envío conjunto, el pastor David Jang lo vincula con la “espiritualidad comunitaria de la iglesia”. Señala que “no se apela a la autoridad de un solo apóstol, sino que se muestra cómo los colaboradores se unen de corazón para servir”. De hecho, la iglesia primitiva no se construyó en torno a un único líder carismático, sino que se fue extendiendo a través de una red de pequeñas iglesias domésticas, sinagogas y múltiples colaboradores. Para entenderlo adecuadamente, conviene leer las cartas paulinas en paralelo con los hechos relatados en el libro de Hechos, donde el capítulo 17 presenta el contexto del surgimiento de la iglesia en Tesalónica.

Tal como el pastor David Jang enfatiza reiteradamente: “El evangelio se encarna en el lugar y en el sufrimiento”. Aunque Pablo y sus compañeros fueron encarcelados en Filipos, amenazados y expulsados de ciudad en ciudad por las autoridades judías, jamás “abandonaron” la iglesia. Dondequiera que el evangelio era anunciado y algunos lo aceptaban, consideraban que ahí Dios había preparado “el cimiento para Su iglesia” y se aseguraban de establecer una comunidad de Cristo antes de partir. El caso de Tesalónica siguió ese mismo principio. A mayor persecución y tribulación, más intensamente obraba el Espíritu Santo, y el verdadero evangelio demostró ser incontenible ante la violencia.

El pastor David Jang, tomando una mirada panorámica de la historia de la Iglesia, afirma: “Si observamos cómo sobrevivió y se expandió el cristianismo antes de Constantino, comprendemos la importancia de las raíces de fe que se mantuvieron bajo persecuciones tan duras, como en el caso de Tesalónica”. Antes de que el emperador Constantino I emitiera el Edicto de Milán y legalizara el cristianismo, los creyentes sufrieron durante siglos la estigmatización de “secta ilegal”. Aun así, la Iglesia no dejó de crecer y se propagó con rapidez por Asia Menor, Macedonia, Acaya, e incluso por toda Italia. ¿Qué la sostuvo? La fe en la resurrección y la esperanza en la segunda venida, bases que ninguna prueba o persecución pudo destruir. La iglesia de Tesalónica es uno de los ejemplos más representativos de ello.

En varias ocasiones, el pastor David Jang ha expresado su anhelo de visitar personalmente los lugares donde el evangelio echó raíces, para “experimentar” la historia en el terreno. Ha caminado por Grecia, Estambul (la antigua Constantinopla) y Milán, contemplando con sus propios ojos los vestigios de la iglesia primitiva. Y afirma que “por mucho que pase el tiempo, y cambien los regímenes y las ideologías, la semilla del evangelio no muere, sino que se transmite a lo largo de la historia”. En Milán, visitó el lugar donde se proclamó el Edicto de Milán, y exploró el patrimonio legado por la tradición católica romana, tomando esas lecciones e inspiración para aplicarlas en la Iglesia de hoy. Así también, deseaba profundamente conocer la región de Tesalónica, movido por la pasión de comprobar “el amor y la fe que cuidan de la iglesia en medio de la aflicción”, mensaje que transmite esta epístola.

En suma, la iglesia de Tesalónica no fue solo una pequeña comunidad antigua, sino una congregación establecida en medio de una gran ciudad multiétnica, multicultural y multirreligiosa, enfrentada al poder abrumador del Imperio romano y a la reacción hostil de los judíos de la región. Aun así, los creyentes no se rindieron, sino que defendieron su fe con valentía, se amaron profundamente unos a otros y se aferraron a la esperanza futura —la segunda venida de Cristo—. El pastor David Jang insiste en la importancia de la historia de la Iglesia, convencido de que “aquellos acontecimientos no se limitan al pasado, sino que se repiten, con matices similares, en nuestro presente”. Hoy día, existen regiones libres y prósperas, pero también países y ciudades donde la persecución política o religiosa es feroz. Tal como la iglesia de Tesalónica, muchos hermanos y hermanas sufren persecución y esperan con anhelo el retorno de Cristo.

En consecuencia, comprender correctamente la primera carta a los Tesalonicenses implica reconocer “el amor de Dios, que no abandona ni siquiera en la tribulación”, y aprender al mismo tiempo “la verdad del evangelio, que brilla con más intensidad precisamente en el dolor”. El pastor David Jang llama a esto “el vivo ejemplo de la fe tesalonicense”, afirmando que “quienes leemos hoy esta carta, hemos de convertirnos en la iglesia de Tesalónica del siglo XXI”. Debemos ser una iglesia que no se conforme con la comodidad y la seguridad, sino que se adentre en el mundo, y aunque reciba presiones, no retroceda, sino que se aferre a la esperanza del regreso de Cristo y dé fruto de amor y fe.

Habiendo examinado así la historia y el trasfondo de la iglesia de Tesalónica, podemos pasar a analizar el mensaje principal del capítulo 1 de la primera carta a los Tesalonicenses. Si la fe en la resurrección de Cristo y la esperanza de su venida sustentaban sus convicciones, debemos preguntarnos de qué modo Pablo les exhorta en la carta, qué aspecto tenían la fe, el amor y la esperanza de la iglesia primitiva y, sobre todo, cómo podemos aplicar en la actualidad la fe y la “labor comunitaria de amor” que el pastor David Jang tanto enfatiza en medio de la tribulación.


2. Enseñanzas clave de 1 Tesalonicenses 1

El capítulo 1 de la primera carta a los Tesalonicenses se centra en la profunda gratitud y el amor que Pablo siente por los creyentes de Tesalónica, y en la alabanza a la fe, el amor y la esperanza que demostraron. La epístola fue firmada conjuntamente por Pablo, Silas (Silvano) y Timoteo, redactada mientras estaban en Corinto, tras enterarse de la persecución que sufrían los tesalonicenses. Como vimos, esa persecución combinaba la presión política del Imperio romano con la violencia religiosa de los judíos más radicales; era una hostilidad “feroz”. Sin embargo, asombra que la iglesia de Tesalónica no se desplomara, sino que su fe y su amor se hicieran más sólidos, y su esperanza más ferviente. Al saberlo, Pablo se conmueve y lo expresa con gran gratitud desde las primeras líneas. Esto encierra el mismo espíritu que el pastor David Jang subraya al referirse a “la autenticidad del evangelio, que crece en la adversidad”.

En el versículo 2, Pablo escribe: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones”. No se trata de un mero recurso retórico; realmente la iglesia de Tesalónica se había convertido en motivo de oración constante, y cuanto más dura era la persecución, más intensamente oraban por ellos. El pastor David Jang explica este versículo como la confirmación de que “en el verdadero evangelio, la iglesia que sufre no es jamás ignorada ni abandonada”. Para que la Iglesia sea realmente Iglesia, no puede permanecer indiferente ante los hermanos que sufren en cualquier lugar del mundo. Él hace hincapié en que en el siglo XXI seguimos teniendo regiones donde persiste la persecución religiosa, y por ello “no debemos limitarnos a leer 1 Tesalonicenses para emocionarnos, sino que debemos orar e interceder activamente por las iglesias que padecen tribulación”.

En el versículo 3, uno de los más famosos de esta carta, Pablo menciona tres valores esenciales de la iglesia primitiva: fe, amor y esperanza. Los desarrolla diciendo: “acordándonos sin cesar delante de nuestro Dios y Padre de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de la constancia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:3). El pastor David Jang destaca que, entre estos tres valores, el término “trabajo” (en griego, κόπος, que denota labor o esfuerzo arduo) es especialmente relevante, pues señala que el amor no es un mero sentimiento abstracto, sino algo que exige esfuerzo y sacrificio concretos. Cuando arreciaban las dificultades, era fácil pensar solo en la propia supervivencia; sin embargo, los tesalonicenses persistieron en practicarse amor unos a otros, compartiendo lo que tenían, brindando apoyo a los enfermos, consolando a los afligidos. Esa solidaridad hizo que su reputación creciera, hasta el punto de convertirse en “modelo” para otras iglesias.

Así, la fe produce “obras” (ἔργον en griego, que implica acción y frutos), el amor implica “trabajo” (κόπος, un trabajo costoso), y la esperanza se manifiesta en “paciencia” (ὑπομονή, la capacidad de soportar). El pastor David Jang lo llama “un triple proceso que muestra que la fe cristiana no se queda en conocimiento intelectual, sino que se traduce en hechos concretos”. La fe en la resurrección y en la venida de Jesús impulsa la acción incluso en medio de la adversidad; el amor hace que, a pesar de la tribulación, uno siga entregándose en servicio y sacrificio por los demás; y la esperanza escatológica sostiene al creyente en la prueba, sin permitirle renunciar.

En el versículo 4, Pablo les dice: “Conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección”. Se trata de consolar a una iglesia en aflicción, diciéndole que Dios no los ha desechado, sino que los ha elegido y los sostiene con su amor. Al reflexionar en este punto, el pastor David Jang conecta la idea con las palabras de Jesús en Mateo 5:10: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Los cristianos del siglo I, en un entorno donde peligraba su vida, abrazaron con firmeza esa “elección”, y esa certeza los llevó a resistir con perseverancia.

Los versículos 5 y 6 recalcan que “nuestro evangelio no llegó a vosotros solo en palabras, sino también en poder, en el Espíritu Santo y con plena convicción”, y que “recibisteis la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que llegasteis a ser ejemplo”. El evangelio, por tanto, no consiste en teorías o palabras, sino que se revela como “poder” (δύναμις) por medio del Espíritu, y esto produce convicción en los creyentes. Según el pastor David Jang, “aún hoy, para que el evangelio sea un poder real, necesitamos ese arraigo en el Espíritu Santo y en la convicción”. Cuando la Iglesia cede a las corrientes mundanas o se hunde ante la persecución, a menudo se debe a una fe que solo habita en la mente, carente de la fortaleza y convicción que otorga el Espíritu. En cambio, los tesalonicenses, durante aquellas tres semanas de intensa enseñanza sobre la cruz, la resurrección y la segunda venida de Jesús, recibieron el mensaje con la ayuda del Espíritu y permanecieron inquebrantables en medio de su enorme aflicción.

En el versículo 7 leemos: “De esta manera habéis sido ejemplo a todos los creyentes de Macedonia y de Acaya”. Pablo expone cómo el testimonio de los tesalonicenses se propagó geográficamente, sugiriendo que la fama de su fe trascendió más allá de su propia localidad. Al decir “fuisteis ejemplo de todos los creyentes”, recalca que la iglesia no solo sobrevivió, sino que influyó positivamente sobre otras congregaciones. En palabras del pastor David Jang, “la iglesia se purifica y brilla como oro refinado a través de la prueba, y esa luz se transmite a las iglesias vecinas”. En la historia de la Iglesia, se confirma que en el siglo I y II, a pesar de la dureza de las persecuciones, el cristianismo creció de forma explosiva. Y al rascar en ese crecimiento, se ve que detrás está “el ejemplo de comunidades que vivían su fe en medio de tribulaciones”.

En el versículo 8, Pablo comenta que el testimonio de la iglesia ha llegado no solo a Macedonia y Acaya, sino a muchos otros lugares, hasta el punto de que “no tenemos necesidad de decir nada”. Esto alude a que “sin que Pablo tuviera que guiarlos constantemente, se mantuvieron firmes en la fe y predicaron el evangelio con sus hechos”. El pastor David Jang lo recalca con la idea de que “cuando la iglesia produce el fruto genuino del evangelio, ese testimonio se difunde naturalmente, sin requerir campañas de autopromoción”. En la actualidad, muchas iglesias recurren a medios de comunicación y estrategias de “branding” para darse a conocer; no obstante, el auténtico poder del evangelio no radica en la publicidad, sino en “el testimonio de vidas transformadas”.

En el versículo 9, Pablo se refiere a “cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero”. En Tesalónica, muchos procedían de una cultura politeísta que incluía el culto al emperador y diversos dioses de la ciudad; abandonar todo ello y volverse al único Dios no era fácil. Conllevaba el riesgo de marginación y persecución. Y sin embargo, renunciaron a sus antiguos ídolos y aceptaron adorar exclusivamente al Dios verdadero. El pastor David Jang recalca que esto demuestra de manera contundente “el poder de la gracia del evangelio, que rompe el yugo del pecado y conduce a un nuevo nacimiento”. La transformación radical de la vida de los creyentes habría causado un gran impacto en su entorno.

Por último, el versículo 10 declara que “ellos esperan de los cielos a su Hijo”, es decir, anhelan con fervor la segunda venida de Jesús. El término griego ἀναμένειν (“esperar con ansia”) describe la expectación de que “Jesús regresará desde el cielo”. Aunque en otros pasajes de la carta (2:19, 3:13, 4:15) se utiliza el término παρουσία (parousía) para referirse a la venida oficial del Señor, en 1:10 se pone de relieve la idea de que los creyentes aguardaban la venida de Cristo con la certeza de su retorno. Para los tesalonicenses, esta convicción escatológica fue su principal “columna de esperanza” en medio del sufrimiento. Creían que, aunque no conocían con precisión el “cuándo” o el “cómo”, el Señor volvería para juzgar toda injusticia y brindarles salvación y libertad eternas. Esa fe les permitió mantenerse en pie.

Ciertamente, una perspectiva excesivamente unilateral de la segunda venida puede desembocar en actitudes escapistas o fanatismos que pongan fecha al fin, y de hecho, en la segunda carta a los Tesalonicenses, Pablo aborda la necesidad de corregir ciertos errores en ese sentido. Pero en el capítulo 1 se realza la importancia de esta esperanza escatológica como “un consuelo y una fuerza inmensa” para los creyentes que estaban bajo persecución. El pastor David Jang subraya al respecto: “La fe saludable en la segunda venida de Cristo brinda gran ánimo a los creyentes que padecen sufrimientos”. Aun sin saber con exactitud el modo o el tiempo del rescate, confiaban firmemente en que el Señor vendría a juzgar el mal y a dar vida eterna a su pueblo. Así se mantuvo la iglesia de Tesalónica.

En síntesis, 1 Tesalonicenses 1 presenta el cuadro de una iglesia perseguida que exhibió lo mejor de la fe cristiana: los creyentes experimentaron la Palabra no como teoría, sino como “poder y convicción en el Espíritu”; se amaron mutuamente con “trabajo y esfuerzo”; y perseveraron con la esperanza “de la venida del Señor desde el cielo”. Esto, a su vez, inspiró a otras iglesias, haciendo que la fama de Tesalónica resonara más allá de sus fronteras. Para el pastor David Jang, este pasaje apunta a diversas vías de aplicación para la Iglesia contemporánea:

  1. “Recordad siempre a las iglesias que sufren y orad por ellas.”
    Aunque vivamos en regiones más seguras, en alguna parte del mundo hay hermanos y hermanas enfrentando persecución. No debemos ser indiferentes, sino, como Pablo y sus colaboradores, velar en oración y prestar ayuda en lo posible. La Iglesia pierde la esencia de la belleza del evangelio si descuida a quienes padecen tribulación.
  2. “El evangelio es poder, no solo palabras.”
    Para que la Iglesia crezca, no basta con programas atractivos o infraestructura vistosa; lo esencial es la “obra del Espíritu Santo” y la “auténtica práctica de la fe”. La iglesia de Tesalónica era pequeña y frágil, pero dejó una huella profunda en la historia cristiana. Hoy, antes de pensar en el tamaño numérico o la estabilidad financiera, debemos preguntarnos si estamos “experimentando de verdad el poder y la convicción del evangelio”.
  3. “El amor siempre exige trabajo.”
    Los tesalonicenses “se fatigaban en el amor”, es decir, asumían sacrificios y compartían el dolor de otros. Para que la Iglesia sea una familia, se requiere ese “trabajo de amor”. El pastor David Jang recalca a menudo: “No basta con proclamar el amor con palabras; hemos de reflejar el ejemplo de Jesús, humillándonos y sirviendo realmente”.
  4. “La fe en la segunda venida de Cristo da fuerzas ante la desesperanza.”
    Si bien debemos precavernos del fanatismo y los falsos cálculos apocalípticos, la Iglesia no puede ignorar la esperanza escatológica. Cuanto mayores son las pruebas, más necesitamos “recordar la promesa de que el Señor regresará”. Nuestro mundo es profundamente injusto y precario, pero tenemos la certeza de que Cristo vendrá a poner fin al mal y a conceder reposo eterno a su pueblo. Como los tesalonicenses, necesitamos aferrarnos a “Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10).
  5. “El liderazgo pastoral debe mantener una unión estrecha con la iglesia y compartir su sufrimiento.”
    Al pastor David Jang le gusta recalcar la “coautoría” de Pablo, Silas y Timoteo. Ellos sufrieron juntos, oraron juntos y sirvieron unidos en favor de la iglesia. La Iglesia no es un ámbito individualista, sino un cuerpo con muchos miembros que se animan y se ayudan mutuamente. El hermoso ejemplo de la iglesia de Tesalónica no se debió únicamente a ellos mismos; también fue fundamental el amor incansable de Pablo y sus colaboradores, quienes volvieron a enviar a Timoteo para sostenerlos. Hoy, si queremos preservar la esencia comunitaria de la Iglesia, pastores y congregaciones deben confiar mutuamente y compartir incluso las adversidades.

Con el paso del tiempo, la iglesia de Tesalónica experimentó ciertas vacilaciones a causa de concepciones equivocadas acerca de la escatología (tema que se profundiza en la segunda carta a los Tesalonicenses). Pero, en términos generales, siguió creciendo en el evangelio y dejó una huella significativa en la historia eclesiástica. Esta epístola nos enseña que la tribulación no destruye la iglesia, sino que puede fortalecerla todavía más. Cuando creemos en la elección y el amor de Dios, y perseveramos en su poder, amándonos unos a otros con el sostén del Espíritu, ninguna aflicción del mundo puede vencer a la verdadera Iglesia.

La pregunta es cómo aplicar todo esto hoy. El pastor David Jang insiste en que “1 Tesalonicenses no es un simple escrito antiguo, sino una Palabra viva que impulsa a revisar constantemente nuestro ministerio y nuestra fe”. El poder del evangelio que relatan los Evangelios, Hechos y las cartas paulinas no se circunscribe al siglo I. Mientras la Iglesia siga existiendo en la tierra, y mientras la segunda venida (parousía) del Señor no se haya cumplido por completo, necesitaremos seguir oyendo la voz de “1 Tesalonicenses 1”: “Obrad en la fe, trabajad en el amor y perseverad con la esperanza de la venida de Cristo”.

En conclusión, si queremos que nuestras iglesias sean “modelos” como la de Tesalónica, debemos vivir hoy los tres valores esenciales —fe, amor y esperanza— de forma concreta y palpable. Tal como el pastor David Jang ha reiterado, “el evangelio brilla con más esplendor bajo la persecución, y la autenticidad de la iglesia se demuestra en la adversidad”. Solo cuando nos aferramos a la cruz, la resurrección y la esperanza de Jesús que descenderá del cielo (ναμένειν), podemos mantenernos firmes ante cualquier circunstancia y proyectar nuestro testimonio de fe, no solo en nuestra ciudad o región, sino hasta los confines de la tierra, como ocurrió con Tesalónica.

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