El hombre exterior y el hombre interior – Pastor David Jang


Visión general

En Efesios 3, el tema central gira en torno a la “segunda oración” que el apóstol Pablo eleva desde la cárcel por la iglesia de Éfeso y por todos los creyentes. Aunque en el capítulo 1 ya se menciona una oración, la de Efesios 3 resulta todavía más directa y refleja con gran nitidez la “madurez interior” que deben alcanzar tanto la comunidad eclesial como cada creyente. Pablo dirige esta carta a “toda familia que está en los cielos y en la tierra” (Ef 3:15), con el anhelo de que la gloria del Padre, el poder del Espíritu y el amor pleno de Cristo fortalezcan el “hombre interior” de todos los santos.

Al predicar sobre Efesios 3, el pastor David Jang resalta cuán esencial es la enseñanza de Pablo acerca del “amor de Cristo” y la “plenitud de Dios” tanto para la comunidad de la iglesia como para cada cristiano. Además, explica los desafíos que enfrentaba la iglesia de Éfeso en aquel entonces (tribulaciones, falsas enseñanzas, etc.) y la razón teológica y espiritual por la que Pablo exhorta: “No desmayéis”.

Este escrito recoge el contenido de la predicación en cinco temas principales: la esencia del amor, la esperanza en medio de la aflicción, el hombre interior y la madurez espiritual, la comunidad de fe y la práctica del amor, y finalmente la plenitud de Dios y el camino hacia la consumación de la vida. En cada uno de estos apartados se profundizan tanto los puntos centrales del sermón de David Jang como la explicación teológica correspondiente al pasaje (Efesios 3:14–21, junto con otros textos relacionados). En la predicación se citan además pasajes de 2 Corintios 4–5, Apocalipsis 2, Gálatas, Colosenses, etc., para mostrar la interconexión que existe en las epístolas paulinas y en diversos textos del Nuevo Testamento.


La esencia del amor

Al examinar el trasfondo de la “pérdida del primer amor” de la iglesia en Éfeso, conviene recordar que la Carta a los Efesios es considerada una de las epístolas de la prisión, escritas por Pablo estando encarcelado. La iglesia de Éfeso fue un punto neurálgico en el ministerio de Pablo, pues él mismo pastoreó allí durante unos tres años, estableciendo bases firmes. Esta iglesia aparece en Apocalipsis 2 como la primera de las siete iglesias a las que se dirige el mensaje; fue alabada por su extraordinaria fe, trabajo e incansable perseverancia, pero también fue reprendida por haber “abandonado su primer amor”. Según David Jang, ese primer amor se refiere al “amor de Cristo” y al fervor por el evangelio que caracterizó los comienzos de la iglesia. Aunque la iglesia de Éfeso supo rechazar a los falsos apóstoles y defender su doctrina, en medio de aquella intensa lucha su “amor” se fue apagando.

La insistencia en el amor en Efesios 3 se hace evidente en los versículos 14–21, conocidos como la “segunda oración”de Pablo a favor de la iglesia. La atención se centra en “el amor de Cristo”, y Pablo desea que los efesios, en medio de las dificultades y las amenazas del mundo, puedan “comprender cuán ancho, largo, alto y profundo” es ese amor. David Jang enfatiza en su sermón que, cuando la iglesia se fatiga por luchar o es sacudida por falsas doctrinas y por las tribulaciones, “lo más esencial es volver al amor de Cristo”. Ese amor es el mismo que Pablo exalta en Romanos 8: nada, ni lo que hay en el cielo ni lo que hay en la tierra, puede separarnos de él; y es, a la vez, “el corazón mismo del plan de salvación de Dios”.

Si consideramos el término griego ágape (Agapē), el Nuevo Testamento nos muestra distintas clases de amor, pero el amor esencial que describe Efesios 3 es el “ágape”, un amor sacrificial, entregado, incondicional. Ese amor se encarna de manera culminante en la cruz de Cristo, donde su “sangre sustitutoria” no se derrama a causa de méritos o justicias humanas, sino exclusivamente por gracia. Asimismo, 1 Corintios 13 nos recuerda que “sin amor, cualquier acto de fe carece de sentido”, lo cual subraya la centralidad del amor.

David Jang define que “el amor es el auténtico centro de la fe”. Explica que, por más que la iglesia proteja la sana doctrina y manifieste un gran celo misionero, “si pierde el amor, todo lo demás es en vano”. El motivo por el que la oración de Efesios 3 resulta tan sublime es porque Pablo anhela que los creyentes “conozcan ese amor”. Por ende, ni la iglesia ni la vida de fe tienen como meta suprema los logros terrenales, sino “el amor de Dios” en sí mismo. Este es el mensaje principal del primer tema.


La esperanza en medio de la aflicción

Al analizar la exhortación de Pablo “no desmayéis”, notamos que en Efesios 3:13 él escribe: “Por tanto, os ruego que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria”. Desde su encarcelamiento, Pablo no solo afronta personalmente la adversidad, sino que también es consciente de las pruebas, tanto físicas como espirituales, que sufre la iglesia de Éfeso. Sin embargo, subraya que esas tribulaciones pueden transformarse en “gloria de Dios”. Esto se conecta con las palabras de Jesús en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

Tomando en cuenta la situación de la iglesia primitiva y la de la iglesia actual, David Jang menciona las continuas “aflicciones” que experimentaban las primeras comunidades cristianas. Tal como se afirma en 2 Corintios 4:8–10, eran “atribulados en todo, mas no angustiados…”. En el caso de Éfeso, los creyentes debían afrontar falsos maestros, presiones culturales e idolatría en la ciudad, lo que generaba un riesgo de desánimo constante. La iglesia contemporánea, por su parte, vive bajo la influencia de la secularización, los conflictos de valores y las críticas intelectuales o morales. Precisamente por ello, resulta vital identificar “la razón por la que no debemos desmayar”.

¿Por qué podemos evitar el desánimo? En la cruz radica la respuesta. Pablo, apoyándose en la muerte y resurrección de Jesús, recalca que ninguna tribulación puede separarnos de la salvación y el amor (Ro 8:35–39). Efesios 3:16 y siguientes destacan que, por medio del poder del Espíritu, el hombre interior se fortalece en “la riqueza de su gloria”. En Apocalipsis 2 vemos cómo la iglesia de Éfeso supo discernir a los falsos maestros y mantenerse fiel a la sana doctrina, ejerciendo solidaridad interna. La iglesia es “un cuerpo comunitario” que no lucha sola.

¿Cómo vivir para glorificar a Dios incluso en la aflicción? Pablo responde en 2 Corintios 4:17–18 que nuestras leves tribulaciones producen “un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. Esta transformación de la aflicción en gloria se desprende de la cruz, donde Cristo convirtió su sufrimiento y muerte en “puente de salvación”. En su sermón, David Jang alienta a los creyentes a ver el sufrimiento como una herramienta de Dios para redefinir nuestras vidas, no como algo que destruye nuestra existencia.


El hombre interior y la madurez espiritual

Acerca de la distinción entre el “hombre exterior” y el “hombre interior”, Efesios 3:16 reza: “que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”. Pablo aborda la diferencia entre el hombre exterior y el hombre interior, del mismo modo que lo hace en 2 Corintios 4:16: “aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. Lo que vemos como nuestra parte física o mundana corresponde al hombre exterior, mientras que la esencia espiritual corresponde al hombre interior, creado a imagen de Dios (Imago Dei). Según David Jang, “lo que de verdad importa para el creyente es el hombre interior”, ya que el cuerpo se envejece y desaparece, pero el espíritu perdura para la eternidad con Dios.

¿Cómo se fortalece el hombre interior? Efesios 3 muestra que es el poder del Espíritu el que robustece al hombre interior, no meros actos humanos o estrategias de superación personal. El pastor David Jang menciona la tradición que llama a Jacobo “el de las rodillas como las de un camello”, refiriéndose a su intensa vida de oración. La oración es la vía principal por la que el hombre interior crece. De igual modo, la Palabra de Dios funciona como “alimento” para nuestra vida espiritual. El amor fraterno en la comunión de la iglesia también contribuye a este crecimiento, destacando que no puede existir “espiritualidad aislada”, sino que la madurez del hombre interior se desarrolla en un contexto comunitario de apoyo y ánimo mutuos.

La decadencia del hombre exterior y la renovación del hombre interior también se reflejan cuando Pablo se califica a sí mismo como “vasija de barro” (2 Co 4:7 ss.), lo cual implica fragilidad humana ante el sufrimiento, la enfermedad y la vejez; no obstante, el “tesoro” que porta esa vasija es lo que determina su verdadero valor. Aunque el exterior se quiebre, si el interior es fuerte, no desmayaremos, sino que avanzaremos en esperanza.

El crecimiento del “hombre interior” es, en última instancia, el deseo de Pablo para la iglesia de Éfeso y para todos los santos en el cielo y en la tierra. David Jang afirma que esa “madurez interior” nos conduce a una comunión más profunda con Dios y a la plenitud en el amor. Explica también que “que la iglesia se parezca cada vez más al Señor” no significa ostentar un éxito exterior, sino que “día a día el hombre interior se renueve por el Espíritu Santo”.


La comunidad de fe y la práctica del amor

Tomando como ejemplo a la iglesia de Éfeso y al resto de la iglesia primitiva, vemos en Apocalipsis 2 que la iglesia de Éfeso, instruida por Pablo, defendió con éxito el evangelio y “no soportó a los malos”, además de someter a prueba a los que se decían apóstoles. Sin embargo, acabó siendo reprendida por haber “abandonado su primer amor”. Esto muestra cómo “el celo por la sana doctrina” a veces puede volverse rígido al extremo de apagar el amor. David Jang advierte que, por muy valiosa que sea la doctrina, “si tratamos a los demás sin amor, lo que mostramos no es el evangelio, sino una dureza legalista”.

¿Cómo podemos llevar el amor a la práctica? La unidad en el Espíritu es la base esencial. Efesios 4:3 y siguientes exigen “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Todos los ministerios y dones en la iglesia existen para edificar “un solo cuerpo” en Cristo. El amor se hace real al servirnos y cuidarnos los unos a los otros, como lo enseña Santiago 2: la fe sin obras está muerta. El amor que sana conflictos y heridas se hace patente cuando los creyentes se esfuerzan por seguir la enseñanza de Jesús: “amad a vuestros enemigos” (Mt 5). Este compromiso permite a la iglesia manifestar el auténtico poder de Dios.

La misión de la iglesia frente al mundo implica la proclamación del evangelio. La iglesia de Éfeso, al mantenerse fiel en medio de la cultura pagana que la rodeaba, es un modelo para la iglesia contemporánea, que debe encarar el hedonismo y el humanismo de nuestra época con “el evangelio y el servicio”. Parte de la responsabilidad social de la iglesia es que el amor se extienda más allá de sus muros para alcanzar a los pobres y marginados. Pablo, por ejemplo, impulsó la colecta para los santos (2 Co 8–9), y la iglesia primitiva desplegó notables acciones de ayuda (Hch 2–4). También en la vida cotidiana, cada creyente —en su hogar, trabajo y ámbito local— está llamado a irradiar esa luz, igual que lo hizo la iglesia de Éfeso. David Jang señala que un creyente sin amor equivale a “sal que ha perdido su sabor”.

Finalmente, reflexionar acerca de la restauración del “primer amor” y la dimensión comunitaria implica que la oración de Efesios 3 no se limita a un “beneficio individual”, sino que persigue la “unidad de toda la comunidad en el amor”. Pablo ruega que los santos, en conjunto, puedan comprender “el amor de Cristo que excede a todo conocimiento” (Ef 3:19). El pastor David Jang recalca que, “si la iglesia no se arraiga en el amor, por mucho que al principio parezca eficiente, acabará fracturándose y extinguiéndose”, de modo que la importancia del amor en la vida comunitaria no puede ser sobreestimada.


La plenitud de Dios y la consumación de la vida

Para profundizar en la “plenitud” (plērōma) de Dios, conviene observar Efesios 3:19: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. El término griego plērōma transmite la idea de “llenura total”. Colosenses 2:9 también describe a Jesucristo diciendo que “en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. David Jang explica esta noción haciendo hincapié en la kenosis de Jesús, quien “se vació” y descendió a la tierra y, paradójicamente, fue a través de ese vaciarse que Dios llenó todas las cosas con su plenitud.

La perfección en el amor aparece en la exhortación de Jesús: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5:48). Pablo lo concreta en Efesios 3:18–19 al desear que conozcamos “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura” del amor de Cristo. De ahí se deduce que el amor es el único sendero para asemejarnos a la perfección de Dios. Por tanto, “el crecimiento en el amor” constituye la meta esencial de la vida cristiana.

Si miramos Efesios 3:21, leemos: “a él sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos”. Aquí se pone de manifiesto que Dios recibe gloria “en la iglesia y en Cristo”. El Dios invisible se revela de manera visible a través de la iglesia y de Cristo mismo. David Jang concluye su mensaje instando a la iglesia de hoy a transformarse en una “comunidad que irradia luz y demuestra bondad, aun en lugares en ruinas”, practicando el amor. De ese modo, “Dios será glorificado”.

En cuanto a la consumación de la vida y el cumplimiento del plan de Dios, la petición de Pablo —“que lleguéis a ser plenamente llenos de todo el amor”— traspasa la idea de un mero crecimiento eclesiástico o la apariencia de religiosidad. En realidad, apunta al “pleno cumplimiento de la intención creadora y del plan de salvación de Dios en la humanidad”. El amor es la esencia de la creación y, cuando la redención consumada en Cristo se manifiesta de manera sobreabundante en la vida de los santos, dicha consumación se hace real en la historia.


Conclusión y palabras finales

Resumiendo estos cinco temas acerca de Efesios 3:14–21 en la predicación de David Jang, los énfasis del evangelio y de la enseñanza paulina podrían condensarse del siguiente modo:

  • La esencia del amor se centra en recuperar ese “primer amor” de corte ágape, el amor sacrificial que hace de Cristo el eje de nuestra fe.
  • La esperanza en medio de la aflicción señala que ni en las circunstancias más adversas debemos desanimarnos, pues el poder de la cruz y el Espíritu Santo sostiene al creyente y convierte la tribulación en gloria.
  • El hombre interior y la madurez espiritual indican que es el crecimiento diario del hombre interior lo que proporciona verdadera fortaleza y renovación, no la apariencia externa.
  • La comunidad de fe y la práctica del amor instan a no perder de vista el amor al defender la verdad y a extender la ayuda al prójimo, tanto dentro como fuera de la iglesia.
  • La plenitud de Dios y la consumación de la vida nos recuerdan que la meta final de la vida cristiana es parecernos a Dios en amor y darle gloria a través de la iglesia y de Cristo Jesús.

Estos cinco temas no son simples doctrinas o conocimientos aislados, sino un tejido orgánico que conduce la fe del creyente y de la iglesia a una mayor profundidad: el “corazón del evangelio”. En Efesios 3, la oración de Pablo culmina pidiendo “que conozcáis el amor de Cristo”. Precisamente allí radica la prioridad absoluta de la iglesia y del creyente. A través de la exposición de este pasaje, David Jang enseña que, ante las dificultades y los retos que enfrenta la iglesia hoy, lo primero es “recuperar el amor de Cristo”, robustecer el hombre interior por el poder del Espíritu y apoyarnos unos a otros en el amor comunitario. Solo cuando el amor se restaura completamente, tanto la persona como la iglesia pueden llenarse “de toda la plenitud de Dios” y convertirse en una comunidad de adoración que dé gloria a Dios “por todas las generaciones, por los siglos de los siglos”. 

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